Es mi primera vez. Te lo prometo. Y tiemblan mis piernas y mis manos están frías. Y siento como si en el mismo pecho se me abriera una grieta, por la cual, si mi corazón pudiera, se escaparía. Y me he puesto ante ti con el alma desnuda, con la risa nerviosa del niño principiante, con la mirada azul que en la evasión se escuda, que está llena de miedo. Del miedo de mirarte. Algún amigo me ha dado algún consejo. Que disfrute el momento. Que me calme. Que a veces, la primera es la peor. Que no me importe tanto el cómo sale y que todo me sirva de lección. He visto en Internet algunos vídeos. He visto en ellos, mujeres de locura. Con formas y medidas sin igual. Y hombres de una gran envergadura. Con ellos, es mejor no comparar. He puesto entre nosotros; protecciones. Más no existe distancia ni postura, que me lleven a otras conclusiones. Esto es una auténtica locura. Por causas del azar o de la suerte, a mí me toca arriba y a ti abajo, parece que al menos hoy y en este instante, me tocará a mí todo el trabajo. En encontrar el ritmo está el punto. Ir a veces muy lento y otras rápido. Notar como respondes a mi aliento, sentir como tú sientes lo que siento. Es mi primera vez. Te lo repito. Ha sido un gran placer. ¡Quién lo diría! Espero que tú hayas disfrutado, yo ya llegué al orgasmo de alegría. Es mi primera vez. Te lo repito. Es mi primera vez en una orgía. Ha sido un gran placer el estrenarme en esta bacanal de poesía.
Virginidad
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