Sueño con que vigiles mis versos sembrando ojos verdes sobre mis dos alas. Que broten enredaderas de tus brazos y vayan a parar al fondo de mis alientos. Ojalá se inunde todo, el cuarto, la casa, esta ciudad maldita, el país entero y el mundo que echan por los televisores del sudor de nuestro amor. Que tu destino sea romper mis lápices echando virutas de colores sobre el gris de antes de conocerte. Tu aroma está en estas letras y, cuatro días de cada tres, olvido que sensación va con cada sentido y lloro por aquel que las lee y no te está oliendo. Como también lloro por las cajas de mudanzas llenas de libros donde no hablan de ti. Pero quizás pensar en todo eso sea un rompeolas a tus barcos de papel y terciopelo rojo. Quizás lucho por convertirme en un faro en mis frías orillas de angustia y dejar que tu luz haga una candela en mi cabeza donde quemar los muebles viejos de mis espejos rotos. Por eso, cuando subas aquí tráete siempre contigo y oblígame a reír nuevos poemas sobre nosotros. Sin tinta, sin estrofas, sin rima pero rebosando poesía.
A ti, mi refugio
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