Cautiva de Morfeo, breve esclava, andas ahora tranquila, antes brava. Y se perdía mi vista en la frontera que unían a la seda y tu cadera. Renaces y cuestionas los encuentros, el constante latir de los momentos. Quieres saber quién soy, quienes somos y qué es. Nadie soy, nada somos. Ya lo ves. Mas eres frio hielo por la espalda que en noches de verano haces bajar. Y eres tú también ardiente fuego que calienta mi cuerpo sin quemar.
Sueño
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